El Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEEd) presentó su tercer informe la semana pasada y puso al estado de la educación en el centro del debate público y político, al menos por unas horas. Las cifras que revelan inequidades en los aprendizajes y egresos de los estudiantes fueron las primeras en propagarse y resonaron en todos los medios de comunicación. Sin embargo, otras perlas del informe relativas a la desvalorización de la profesión docente quedaron en un segundo plano.
Uno de los datos más interesantes se desprende del nivel de ingresos salariales. Según revela el documento independiente, entre 1965 y 1971, los salarios de nurses, médicos y escribanos fueron similares al salario de los docentes y duplicaban el PIB (producto interno bruto) per cápita. En la actualidad, en cambio, los docentes reciben salarios por debajo de esas “otras ocupaciones” y del PIB per cápita.
El nivel salarial de los docentes llegó a estar más de 10 veces por encima del PIB per cápita, durante el segundo gobierno de José Batlle y Ordoñez, en la segunda década del siglo veinte. El salario en primaria más que triplicó el PIB per cápita hasta la mitad del siglo y en educación técnica lo duplicó. Sin embargo, desde hace cincuenta años el deterioro comenzó y no ha tenido grandes cambios. A partir de la década del 1970, la brecha a favor del salario docente prácticamente desapareció en las tres ramas de la educación y desde entonces se ubicó entre el 0,5 y 0,6 del PIB per cápita.
El otro dato destacado que presenta el informe se trata del nivel educativo y socioeconómico que presentan aquellos que optan por la formación docente como opción terciaria. Según el informe, la probabilidad de asistir a formación docente aumenta cuando disminuye el desempeño en educación media (basado en los resultados de PISA 2009), hubo episodios de repetición y disminuye el estatus socioeconómico y cultural de las familias de origen.
Aunque los estudiantes de formación docente provienen en proporción similar de todos los cuartiles de estatus socioeconómico, la probabilidad de asistir a este tipo de formación aumenta cuando desciende el estatus socioeconómico y cultural. El 54,1% de los que optan por ser docentes provienen de los dos cuartiles más bajos de “estatus socioeconómico”, mientras que ese número pasa a ser de 18,6% entre aquellos que optan por la formación universitaria.
Otro dato importante: 40 de cada 100 universitarios egresó de un liceo privado mientras que entre los estudiantes de formación docente lo hizo el 12,7%.
Los niveles educativos medidos en el informe están basados en aquellos que realizaron la prueba PISA en 2009, cuando tenían alrededor de 15 años de edad. De ese grupo, el 11,9% de los que tenía rezago en su carrera liceal luego decidió ser docente mientras que solo el 2,9% fue a la universidad.
Quienes eligen formación docente provienen, principalmente, de las orientaciones humanística (51,6%) y biológica (21,9%), y de educación técnica (12,7%). Solo el 6,9% de los futuros docentes realizaron bachillerato científico, lo que se condice con la falta de docentes titulados en las asignaturas Matemática y Física.
El bajo nivel educativo y socioeconómico de la mayoría de aquellos que prefieren ser docentes se relaciona, según se explica en el informe, con los bajos ingresos de los docentes. “Se observa un importantísimo desafío para la política educativa relativo al fortalecimiento de la formación docente. Este fortalecimiento no puede pensarse aislado de estrategias que promuevan la revalorización social de la profesión, entre ellas, el incremento salarial”, remata el informe en sus conclusiones.