Análisis

| Brasil

Las políticas ambientales de Jair Bolsonaro

El origen de la catástrofe ambiental.

Como ya es de conocimiento a nivel mundial, el Amazonas de Brasil está ardiendo en llamas, al igual que la zona del pantanal del centro-este de Brasil: un ecosistema de una flora y una fauna muy especial para el mundo, con una biodiversidad muy grande.

¿Por qué está pasando esto? Lo primero que es importante dejar en claro es que estos incendios fueron iniciados por criminales y son resultado directo de la política ambiental de Jair Bolsonaro. Este es un gobierno que está en contra del medio ambiente, rechaza la ciencia y persigue a científicos y ambientalistas. Esto está sucediendo porque hay un retroceso en todas las políticas y disminución en todas las inversiones relacionadas al medio ambiente.

En el Amazonas tenemos un sistema de prevención de fuegos. Este está compuesto por biólogos, bomberos, entre otros. Este sistema pretende prevenir incendios y controlar los que no se puedan evitar, pues también esta es una época de mucha sequía en el Amazonas.

Sin embargo, el Gobierno de Bolsonaro cortó 50% del presupuesto de este sector. Es decir; menos personas para trabajar, para poder actuar en el sentido de prevención y manejo de incendios. Concretamente esto representa 54 000 000 de reales menos este año para prevenir incendios en el Amazonas. También, el gobierno de Bolsonaro desfinanció el Consejo Nacional del Medioambiente, el cuál estaba compuesto por representantes de la sociedad civil, ambientalistas, gobiernos, empresarios, personas del sector, personas que viven en la selva e indígenas. Bolsonaro lo desfinanció completamente y este consejo ahora está cerca de ser totalmente eliminado.

Bolsonaro también impulsa una política para explotar productivamente el Amazonas, con el objetivo de plantar y producir en esta zona. Al gobierno parece no importarle que en esta región están las tierras protegidas de los pueblos indígenas. El gobierno insiste en que los indígenas son personas que no producen y que sus tierras deben ser explotadas para la ganadería, el cultivo de soja y por parte de la minería, pues se sabe que es una zona rica en minerales como oro, esmeraldas, niobio, entre otros. Debido al impulso de estas políticas es que está ardiendo el Amazonas y las zonas de pantanos.

Es importante clarificarlo una vez más: lo que está pasando no es un fenómeno natural, esto no es producto de la falta de lluvias.

El Gobierno Brasileño contra los científicos y los ambientalistas.

Cuando Bolsonaro acusa a los ambientalistas de iniciar estos focos de incendio está actuando de forma irresponsable. Si él considera seriamente a los ambientalistas y a las organizaciones no gubernamentales como responsables de esta catástrofe natural, debería haber enviado a la policía a investigar estos crímenes. Esta irresponsabilidad es sintomática del tipo de político que Jair Bolsonaro es; un hombre que resultó electo a partir del uso de noticias falsas y mentiras; recursos que ahora instrumentaliza desde su posición como presidente para confundir y enturbiar la conversación sobre una cuestión tan seria como esta.

En Brasil existe algo que llamamos Ibama, que es el Instituto Brasileño del Medio Ambiente. Este instituto siempre fue dirigido por personas especialistas en el área, independiente de su matriz política ideológica: ambientalistas, científicos, sociólogos que tienen estudios, conocimientos, años de experiencia y cuidan del medio ambiente. En este gobierno Bolsonaro despidió a todas las personas de los en puestos de mando del Ibama y colocó militares, de quienes no se conoce su formación ni calificaciones para asumir este instituto. Inclusive, en este momento el Ministerio Publico de Brasil solicitó una investigación justamente sobre los currículos y calificaciones de los militares que Bolsonaro colocó en estos puestos.

Bolsonaro menosprecia la ciencia, no quiere a los científicos. El ejemplo más emblemático de esto es Ricardo Galván, el exdirector de Instituto Nacional de Investigación y Estudios (INPE por sus siglas en portugués). Galván es un científico sumamente respetado a nivel político, por la academia y por la comunidad científica nacional e internacional.

Galván fue despedido por parte de la presidencia como represalia po la presentación de los últimos informes de este año 2019 a la sociedad en general y a la comunidad científica. Fue despedido porque los datos de su informe demuestran que entre junio de 2018 a junio de 2019 la deforestación en el Amazonas ha aumentado 88%. Además, Galván mostró que las áreas de degradación durante los últimos 3 - 4 años había aumentado en un 278%. Todo esto fue comprobado, demostrado y respaldado con fotos de satélite, así como abundante evidencia recolectada mediante encuestas a personas en las zonas afectadas dentro del Amazonas. La presentación de estos datos irritó a Jair Bolsonaro y como resultado de esto Galván fue despedido.

De nuevo, los incendios en el Amazonas son crímenes provocados por personas que buscan promover la explotación económica de la zona. Entre ellos los grandes ganaderos que quieren deforestar para producir carne, las empresas de producción de soja y las empresas mineras.

Lo que entendemos y que defendemos para el Amazonas.

Reclamamos una política más amplia, una política que tome en cuenta a las personas que viven en el Amazonas, a partir de un concepto emergente desde el 2002 con el gobierno de Lula: Selvadanía (florestanía en portugués). El concepto es simple: ciudadanía para quien vive en la ciudad, selvadanía para quien vive en la selva. La Selvadanía consiste en que los hombres y las mujeres que viven en y de la selva lo hagan con respeto del ecosistema amazónico. Vivir de la castaña y demás productos locales, en convivencia con el medio ambiente pero también con calidad de vida. Que las comunidades tengan acceso a electricidad, pero sin perjudicar el medio ambiente, acceso a vivienda digna, pero sin deforestar para construir. Que se respete también la arquitectura y su relación con el medio ambiente y la cultura, olvidando los materiales y las formas de las ciudades. No tiene sentido introducir bloques de concreto y zinc en zonas donde el calor y la humedad los vuelven inhabitables.

Las mujeres y los hombres del Amazonas deben tener condiciones de vida digna; que puedan alimentarse bien, tener espacios para preservar sus alimentos, espacios para educación y el recreo que esté de acuerdo a su visión de mundo, sus idiomas y su cultura.

La selvadanía también busca reivindicar los productos del bosque e integrarlos al mercado. Que las castañas, las frutas, las raíces y demás productos autóctonos se conserven y proliferen en equilibrio con el ambiente. La selvadanía también puede ayudarnos a entender desde afuera que las condiciones de vida de los pueblos indígenas son diferentes a las de las personas en las zonas urbanas, su modo de vida es diferente y no se deben promover imposiciones culturales ni de consumo a los pueblos indígenas. Si viven desnudos y rechazan las ropas no tenemos que llevar tejidos de la gran industria para forzarles a vestir según lo esperado en las grandes ciudades y las zonas urbanizadas del mundo.

Esto aplica también para los alimentos, es absurdo imponer nuestro modo de consumo alimentario a las poblaciones indígenas quienes viven de su pesca, sus frutos y raíces en su propio espacio bajo sus propias reglas. Nuestro papel debe ser el de respetar y promover el respeto a sus culturas y creencias, son estas las personas que se comunican, coexisten y conviven según su máxima creencia: la tierra es sagrada.

Lamentablemente las políticas de Bolsonaro avanzan en dirección contraria a todo esto, demostrando un profundo menosprecio por las organizaciones y las culturas indígenas.

Movilizaciones sociales en Brasil

Es importante que la comunidad internacional no imagine que en Brasil estamos todos y todas durmiendo en cuna espléndida como dice el himno nacional brasileño.

Hay mucha lucha; en el sector educativo, las marchas que organizamos este año llevaron multitudes que salieron a la calle en contra de los recortes a los presupuestos. También en la cuestión del medio ambiente, los pueblos indígenas están resistiendo las propuestas que permitirían alquilar las tierras indígenas para los agro negocios.

Para confrontar estas luchas Bolsonaro le hace el juego al agro negocio, con espectáculos publicitarios en los que el gobierno busca utilizar el apoyo de determinadas personas indígenas para plantear que los pueblos indígenas están de acuerdo. Como ejemplo de esto, Bolsonaro recibió a media docena de personas indígenas en el palacio de gobierno, pretendiendo demostrar que los pueblos indígenas están a favor de que se alquilen sus tierras y de que se plante soja en sus tierras. Esto no es verdad. Todas las organizaciones de indígenas están en contra, el pueblo indígena está resistiendo.

La marcha de las mujeres indígenas en Brasilia el 13 de agosto es una muestra muy fuerte de esto. El levantamiento de estas mujeres es una forma de decir: no aceptamos esta política que el gobierno nos quiere imponer. Hay mucha lucha en Brasil, hay mucha resistencia en todos los sectores.

A pesar de que la presión internacional, particularmente desde la Unión Europea, ha impedido que Bolsonaro continúe ignorando y minimizando la magnitud de la tragedia, debemos tener una mirada crítica del acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur.

¿Por qué se firma este acuerdo después de 20 años?

No hay ninguna bondad por parte de los gobernantes, principalmente de los de la Unión Europea. Este acuerdo fue firmado en un momento en el que toda América Latina pasa por una crisis económica y está en baja. También hay un giro político a la derecha, con fuerte presencia de gobiernos entreguistas y no nacionalistas. Ese es el contexto del acuerdo mencionado, un acuerdo que también afecta el medio ambiente.

Con este tratado y cualquiera similar vamos a comprar productos de allá industrializados y vamos a vender más productos como carne de Brasil y para vender más carne necesitamos más espacio. ¿Dónde está ese espacio? En el Amazonas. Vamos a exportar más soja para esos países, para exportar más soja se necesita más espacio para producir. ¿Donde está ese espacio? En el Amazonas. Una cosa está ligada a la otra, no hay nada inocente en cuanto a esto.

¿Que necesitamos?

Necesitamos que la mirada de la comunidad internacional sea una mirada global. No es aplaudir un acuerdo Mercosur-Unión Europea si por medio de esto también viene la gran industria de agrotóxicos. El gobierno de Jair Bolsonaro ha liberado en Brasil 43 tipos de agrotóxico que ya están prohibidos en otros países. Esto va a producir productos alimenticios con veneno para los brasileños, quienes vamos a morir cada vez más de cáncer y enfermedades relacionadas y van a producir alimentos sanos para exportar a Europa. Estamos seguros de que Europa no va a recibir productos agrícolas cultivados con agrotóxicos prohibidos en sus países.

¿Pero donde están las industrias de agrotóxicos? ¿Donde está la sede de Monsanto, que es la principal productora y vendedora de agrotóxicos para América Latina? También tenemos que ver donde están los dueños de las compañías mineras que buscan entrar a estas tierras de pueblos indígenas y apropiarse de sus riquezas.

Es una gran cadena y nuestra resistencia es por el Amazonas, por el medio ambiente pero también debemos intervenir en los negocios que se sostienen “legalmente” entre nuestros gobiernos y los tratados de libre comercio.

La resistencia por los recursos naturales y la autonomía de los pueblos indígenas continúa con el apoyo del sector sindical educativo de Brasil, de América Latina y del mundo entero.