El distrito le apuesta a un proyecto que busca optimizar la calidad educativa en la ruralidad. El objetivo es mejorar los niveles de deserción y la pertinencia de los aprendizajes que reciben los jóvenes bogotanos en el campo.
Bogotá tiene cerca de 780.000 estudiantes, de los cuales 14.000 viven en la zona rural, en las localidades de Usme, Sumapaz, Ciudad Bolívar, Chapinero, Usaquén, San Cristóbal, Santa Fe y Suba. A pesar de no ser una alta proporción, son jóvenes que aprenden en contextos educativos más difíciles que los alumnos de la ciudad.
En promedio, estos estudiantes del sector oficial rural están 16 puntos por debajo en los puntajes globales de las últimas pruebas Saber 11 en comparación con los estudiantes de colegios públicos en el sector urbano en Bogotá.
Por esa razón, la Secretaría de Educación Distrital (SED) y la Universidad Nacional elaboraron, con la participación de rectores y docentes rurales de la capital, unos lineamientos educativos de la política pública rural.
“Para la Secretaría de Educación y, por supuesto, para la Universidad Nacional y todos los actores que participaron en la construcción de los lineamientos, es muy importante contar con este espacio de socialización del trabajo, en el cual articulamos diversas visiones en torno a un solo propósito: cerrar las brechas que existen entre lo urbano y lo rural, mejorar la equidad, la inclusión y las condiciones de vida de los estudiantes”, dijo Adriana González, subsecretaria de Acceso y Permanencia de la Secretaría.
En este sentido, agregó que hoy se está trabajando en los 28 colegios distritales en las 8 localidades donde hay ruralidad, atendiendo sus necesidades particulares, para avanzar en las trayectorias educativas y el tema de convivencia y paz.
Los lineamientos son el resultado de un diagnóstico que viene haciendo el distrito desde 2016, en el que encontraron que los jóvenes bogotanos en la ruralidad tienen mayores tasas de deserción y repitencia, puntajes más bajos en las pruebas estandarizadas y provienen de niveles socioeconómicos más bajos a los del resto de colegios distritales (86% de los matriculados son Sisben 1 y 2).
“Entendiendo las necesidades de cada colegio, definimos lo que cada institución trabajará en su plan institucional, a través de seis líneas de intervención. Eso nos permitirá abordar lo que cada sede requiere con el apoyo de las demás entidades del distrito, para que logremos aumentar el nivel de calidad de las instituciones educativas rurales”, expresó González.
Los lineamientos educativos son:
Garantizar trayectorias educativas completas para los estudiantes, desde la educación preescolar hasta la educación superior. Es necesario asegurar condiciones institucionales y sociales que garanticen la permanencia en el sistema educativo de los niños y jóvenes y mitiguen los riesgos de deserción.
Ayudar a superar los obstáculos de la pobreza mediante acciones multisectoriales que se articularán en las instituciones escolares. Según el documento, superar la desigualdad requiere esfuerzos institucionales conjuntos y organizados entre las diferentes instancias gubernamentales. Un primer paso es que las direcciones locales de educación se conviertan en las instancias de convergencia de las diferentes acciones de política pública.
Avanzar en el derecho a la educación y mejorar la calidad y el uso del tiempo escolar, teniendo en cuenta prácticas pedagógicas y procesos de aprendizaje para mejorar la calidad de la educación y reducir la brecha entre lo urbano y lo rural.
Consolidar la formación básica y promover la pertinencia de la educación media con proyectos educativos que se aproximen a los intereses de los estudiantes y de la comunidad y que se enmarquen en los retos futuros del territorio.
Involucrar a las familias en los procesos educativos, porque esto impacta la permanencia y la calidad de la educación.
Fortalecer la formación para la convivencia y la paz mediante ejercicios democráticos, procedimientos efectivos para tramitar conflictos y diferencias y prácticas de respeto y tolerancia.